Con la colaboración de Agustín Gonzalez.


Hacía un poco de calor el primero de abril en la casa de Daniela Gómez llegadas las 13.30 horas. “¡A comer!” resonó fuerte por toda la casa, de dos plantas y amplia. La escalera en forma de caracol estaba en el centro, apenas entrando por la puerta principal. Por lo que gritando desde ahí abajo, o apenas apoyado sobre el primer o segundo escalón, era fácil de escuchar en cualquier cuarto del primer piso. 

La familia no se hizo esperar. En dos minutos ya estaban todos en sus lugares. Menos Ricardo, el marido, que siempre tardaba en desconectarse de la actividad laboral. La mesa era amplia: cabían 8 personas cómodamente y si se apretaban hasta 13 (como en la última cena, solo que en esta mesa casualmente faltaba el orador principal)

—Joaquín, anda a buscar a tu padre. Se va a enfriar todo —. Corrió rápidamente a la oficina, arriba al final del hall.

—¡Qué rico, me encantan los mariscos! — festejo una de las dos hijas.

Una vez vuelto, le anunció la respuesta,— ya está viniendo, dice.

—Siempre lo mismo. Buen, Dami, vos que sos el mayor, ¿das las gracias?

—¡Yo también quiero bendecir!

—No podés Clari, porque sos mujer —le dijo Joaco.

—¿Qué estupidez es esa? —enojada Cele.

—Bueno bueno, chicos, calma —se impuso Dani—. Dami…

Se santiguó y empezó a expresarse:

—Dios nos da los recursos naturales, la lluvia y el calor del sol los hacen germinar. Después viene Mr Selo, que con afán dice a sus empleados “recogelo”, y por último a través del supermercado con el %15 de los miércoles compramos todo lo que necesitamos. Amén.

—Muy linda Dami. Me pareció un poco raro lo del %15, pero me gustó.

—¿Quién es Selo? —preguntó Clari.

—Selo-comió.

—Mamá, Dami no se toma en serio la oración.

—Igual fueron una sarta de pelotudeces, —interpuso Joaco,— porque el calor no es lo que hace germinar, sino la luz.

    Se oyeron unos pasos por la escalera…

    —Familia, ya estoy, ya estoy —con gran alegría bajaba Ricky.

    —El último —empezó Clari, y todos la siguieron— no repite, ¡el último no repite!

    —Esa ley no se quien la impuso pero no me gusta. En primer lugar, porque si yo no trabajara, nadie repetiría. Nadie tendría ni un bocado.

    De vuelta— ¡el último no repite, el último no repite!

    —Bueno, para empezar a hablar, tengo un anuncio —continuó el hombre de la casa—. Saqué entradas para los seis para…

    —¿Qué, para qué papá? —preguntaban Clari y Joaco muy ansiosos.

—Me muero de emoción. Seguro que es para ver El Rey León en cine.

—Si no querés no vengas, mejor para nosotros, —le dijo Celeste.

—Bueno sí, para el cine hoy a la noche.

—¿El Rey León? —preguntó Clari.

—Sí, the Lion King recargada. A ver Dami, ¿me podés decir a qué viene esa mala onda? No es un mal programa — le insinuó entusiasmado.

—Sabés lo que pasa pá, al Rey León la ví diez mil veces de chico —me compré la película,— la ví en teatro en inglés el año pasado cuando fui a New York, y el ante año pasado en Madrid.

—Todo para decir que estuviste en Estados Unidos y Europa —acotó Joaco.

—Pero esta es otra versión. Capaz te guste —siguió proponiéndole el padre.

—No dije que no voy a ir eh. Pero puede que tengas razón. Capaz me guste.

De repente se cortó la luz, y paradójicamente a Clari se le iluminó el rostro:

—Papá pa pa pa parapapa pa.

—Sí, mi hijita.

—¿Podemos comer en McDonalds?

—Sí, ¡dale! —se escucharon varias voces.

—¿Quieren morir jóvenes?

Dani intercedió,— no van nunca. Podemos hacer una excepción.

“Riiiing”, sonó el fijo y Dani se apresuró a atender.

—Mientras voy a ver el tablero de fusibles en el garaje.

—Uuuuhh, al horno — se le oyó a Joaco.

—¿HOLA? —por algún motivo desconocido (para nosotros) Dani se puso a gritar—. ¿QUÉ DICE? NO, NO ESPERE. ESPERE QUE—

—¿Mamá podés no gritar?

    —NO. NO QUEREMOS NINGÚN SEGURO. NO, NO. GRACIAS. PERO NO ESTAMOS

    —Él te escucha igual si hablás más bajo. Está lejos pero a través del teléfono es como si estuviera al lado —le comentaba amablemente Celeste mientras volvía la luz.

    —MUCHAS GRACIAS. GRACIAS. TALUEGO.

    —¿Por qué no le cortás de una? —interpeló Joaco.

    —¡Damián! —se oyó desde el garage.

    —Les dije que estaba en el horno…

    —Papá perdón. Te iba a decir pero no se que me pasó, —más nervioso que nunca.

    —¡Rayaste todo el costado del auto!

    Ricardo se enojó un poco pero no tardó en apaciguarse.

    —Ya que estamos calmados, Cele, creo que es un buen momento  —Joaco propuso— de confesar que probé tu torta. ¡Pero solo un poquito!

—Buen, perdonado. ¡Por esta vez! Pero me debés un favorcito.

—Vos Joaco me debías tres a mí. No me olvidé —acotó Dami.

—Dos. Sólo dos. Ayer te hice la cama.

—Sí, la cama turca. Eso debería sumar más que restar favorcitos.

—Qué diferencia. Si igual vos no sabes sumar. En toda la secundaria te llevaste a diciembre fácil, si no a marzo.

—Al menos no soy un nerd chupamedias que sigue a la profesora a las olimpiadas todos los años.

—No entendiste nada. A las olimpiadas no vas por chupar las medias. Es un viaje pago por el interior del país para los que no son infradotados. “Perdiste, perdiste, no hay nadie más boludo que vos”.

—A quién le decís boludo. Yo soy artista. Cantante y guitarrista.

—Pobre le dicen en mi país. Yo te voy a tener que mantener cuando sea ingeniero. Ingeniero de la UBA, como mi hermana. Igual, no se si me interesa industrial. Creo que voy a ir a Sistemas. Me gusta programar. En los macros de excel la rompo.

Era un ida y vuelta de dardos y fuegos cruzados entre dos personas con muchas cosas en común: especial interés por las ciencias y las matemáticas, uno; inclinación por el arte y la música, el otro. Y ambas con una decisión casi inquebrantable de no dar el brazo a torcer y verse vencido por la dialéctica de su hermano.

—Clari, ¿me pasas el pan? —le preguntó Ricky.

—Yo creo que no hay que elegir la profesión por la plata. Está bueno hacer lo que te gusta.

—Miralo a papá —dijo Clari—. Un gran administrador de empresas.

—Eso es vocación —sentenció irónicamente Joaco.

—Jaja, qué. Qué tiene mi profesión, ¿se puede saber?

—Que estudiaste eso porque no sabías qué estudiar.

—Es ridículo. Me gusta.

—Mirá de qué trabajás.

—Tengo una ferretería. Pero si algún día me va mal, puedo dedicarme a otra cosa gracias a lo que estudié…

—Buen, no lo voy a discutir.

—Las ferreterías rara vez son mal negocio. Por eso hay tantas. Tienen mucho volumen, y en mi caso, estoy diferenciado, ya que es una ferretería náutica. Por supuesto, siempre hay que estar atentos a la mano en la lata. Hace poco menos de un mes atrapé a un jovencito con un cabo debajo de la campera. Johnny lo vió. Le llamó la atención su campera abultada. No más de 17 años le daba. Qué le iba a hacer. Si llamaba a la poli hubiesen chequeado antecedentes, y, si tenía, que es lo más probable, lo hubiesen mandado a un reformatorio. Y qué bien hubiese salido de eso. Donde se respira odio, odio se devuelve. No. Me lo llevé a la cafetería de la vuelta y estuvimos charlando un rato.

—¿De qué? —preguntó Dami.

—De la vida. Su familia, con quienes creció, si fue al colegio y hasta qué año, qué figuras paternas tenía ahora, qué quería hacer con su vida.

—¿Y, valió la pena? —se interesó Joaco.

—¿Vale la pena cuando les hablo a ustedes?

—Touché —contestó Dami.

—Podrías escribir para tu blog sobre eso —propuso Cele.

—Sí. Más vale. Con la escritura, es más fácil crear algo relacionado a cosas que pasaron, que apoyarte en la nada. Lo segundo es más un desafío. Pero vale la pena, —explicaba el padre.

—Yo quiero aprender para escribir —dijo Joaco.

—Bien. Tenés futuro. Te tengo fe. Como dirían los maestros, “siempre hay talento”. Más vale que se disfruta más cuando estás inspirado y todo sale. Pero el esfuerzo en la dificultad también se aprovecha. Incluso tal vez más en la oscuridad que en la inspiración.

A esa altura de la conversación, en la cual se habían barajado varios temas (de los cuales se podía hablar horas y horas cada uno), la comida en los platos desapareciendo. Mirando a través del ventanal, detrás de tres de los comensales, se apreciaba un típico día otoñal. El cesped verde rociado de hojas marchitas de los árboles, hojas amarillentas, rojizas, que al pisarlas crujen con un sonido hermoso. El viento se nota a la distancia puesto que los picos de los añosos árboles se mueven de un lado. Al fondo cruzando el umbral de una puerta hierro que da a la cintura, se llega a la parrilla y la pileta. Una en uso todo el año; la otra solitaria y abandonada luego del verano.

—¿Que opinas de los magos? —preguntó Joaco.

—¿Qué poronga tiene que ver la magia con la literatura? —le reprochó Dami.

—Todo. Todo. Tengo un amigo y un primo mago. Lo que hacen es “ema-gi-que”.

—Da… Valga la redundancia —basureó Joaco.

—Tienen que entender que lo que ellos hacen también es arte.

—Serían buenos ladrones —propuso Dami.

—Sí. Si fueran garcas lo serían. Ya que ellos manejan el arte de la ilusión, que es como un engaño. Pero los honestos siempre descubren la verdad. Especialmente la mujeres. A las mujeres, no sé por qué, no se les puede engañar.

—¿Lo decís por experiencia? —preguntó Cele.

—“Los magos nunca revelan de dónde proviene su conocimiento”, diría Gandalf.

—No sé por qué admirás tanto a Gandalf, si el fuma.

—Nadie es perfecto. Además el pucho no es una droga. Es estúpido pero no hay daño moral en ello. Salvo porque te morís probablemente antes.

—¿Alguna vez fumaste? —le preguntó Clari.

—Sí. Como dicen por ahí, el tabaco es legal, sexy y adictivo. El trabajo está casi hecho.

—Para mí las imágenes anti-cigarrillo que ponen en las cajas y carteles deberían estar prohibidas —dijo Dami.

—¿Por qué decís? —le pregunto Dani.

—Porque son morbosas.

—Agree to agree —dijo Ricky.

Y así se mantenía un clima de armonía en la familia Gómez. Mientras comían compartían sus puntos de vista, tutelados por el padre. Era como si la comida no fuesen los alimentos sino el espíritu que en esa casa reinaba. Nada podía venir mal. Nada hasta que Cele no se contuvo más.

De golpe, en medio de la conversación, estalló en llanto.

—¿Qué te pasa? —le preguntó su madre.— ¿Por qué llorás?

Llantos.

—No creo que se haya tragado ninguna espina. Los mariscos no tienen.

—Por ahí perdió algo y ahora hizo catarsis, —dijeron los hermanos.

Más llantos.

—Creo que si no la comprendemos se pone peor. No tiren más teorías chicos, —dijo el padre.

Siguió Cele así, y después de un rato compartió entre más sollozos:

—Nacho... me cortó… buaaa…

—Bueno querida. Tal vez lo reconsidere. Vos sos una buena chica. Y si no tiene que ser, por algo será.

—Pero lo amooo… buaaa…

Dani se la llevó al cuarto y siguieron charlando ahí.

El resto de la familia, desconcertada, siguió comiendo, comentando sobre la tragedia familiar.

—Nunca me cayó bien Nacho a mí igual, —dijo Dami.

—A mí sí —opuso Clari.— Siempre me traía M&Ms.

—Qué triste. Ya lo tenía como parte de la familia.

—Es natural chicos. Estas cosas pasan.

—Yo tengo un anuncio también —sorprendió Dami.— Voy a encarar un nuevo proyecto.

—Bien ahi —le felicitó el padre.— ¿Sólo o acompañado?

—Siempre los abandona a los proyectos igual, para qué felicitarlo. —indicó Joaco.

—Qué sabés. Por ahí este es el indicado.

Clari escuchaba atentamente sin opinar, como era de esperar de una chica de doce años. Sus años no la hacían distinguirse mucho a decir verdad. Incluso podía llegar a ser subestimada dada su inocencia e ingenuidad. Dada su poco bagaje y de no tener las suelas gastadas de las zapatillas por no haber andado en la calle. A decir verdad, ninguno era el rey de la calle, pero Clari mucho menos. Así y todo tenía algo que casi ninguno tenía: la mirada serena, los ojos perceptivos, el cuerpo podía traducir un aspecto de relajación que no se veía en los demás cuando comenzaban sus “disputas” de mayores. 

—Lo vamos a encarar con Joey. Ya le empezamos a dar forma.

—Interesante —le dijo el padre.— Te deseo la mejor de las suertes, y me muero por ver cómo se desarrolla.

—¿De qué es? —preguntó Joaco.

—De travesías en kayaks por el delta. La idea es salir sobre el Luján, ahí al toque de la desembocadura del Tigre, y encarar el Gambado. A la vuelta la idea es pasar por un club, ahí en frente, y hacerles comer un asadito.

—Podés mostrarles la línea divisoria de aguas, es todo un ícono de nuestra ciudad —propuso Joaco.

—Sí, y correr el riesgo de que se caigan y les salga un tercer ojo.

—Es increíble esa línea —dijo Ricky.— Me impresiona como el agua contaminada del Tigre se contrasta con la menos contaminada del Luján. Ver para creer.

—Sí —dijo Dami.— Pero cuando está alto el río, no pasa.

—True. True.

—Yo mañana tengo fiesta en el Santa Inés. Mi primer fiesta —compartió Clari.

—Fiestas eran las de antes —criticó Dami.

—¿Por?

—Porque habían lentos. Ahora tenés reggaetón.

—¡Que vuelvan los lentos! —dijo Ricardo.— Uy, miren quien volvió. Mi princesita.

Las dos mujeres más grandes de la casa se volvían a sentar a la mesa.

—Para la hija más linda de la casa, empatada con Clari, claro está —se explicaba Ricardo, evitando crearse problemas— tengo un regalito. —Y buscó en la heladera un chocolate Shot grande para el postre.

—Yo también quiero —dijeron sus hermanos.

—Es el momento de Cele.

—No se preocupen, les voy a compartir.

—¿Ven por qué es mi princesa?

—¿Y yo qué soy? —preguntó Dami.

—Vos… sos mi… teniente coronel.

—¡Vamos!

—¿Y yo? — preguntó Joaco.

—Vos, no pasas de cabo.

—¡Eee, sumisión! ¡Injusticia!

—No te quejes. Los de menor rango son los que están en la acción. Mucho más divertido.

—Sí, y también los que se mueren antes.

—Doble beneficio.

—¿Vos te querés morir pá?

—Me encantaría. Ahí es cuando empieza la fiesta.

—Sí, si pusiste en orden tu casa —dijo Joaco.

—El padre Julio siempre está disponible —dijo el Ricky sirviéndose un poco de agua.

—Yo creo que ya estamos en el Cielo— objetó Clari.

—Buen, “Heaven is a place on Earth”. Pero me pregunto…

Silencio.

—Sí pá, ¿qué te preguntas?

—Me pregunto… si en el cielo podré volar un Sea Harrier.

A lo que Dami interpuso,— pero los Harriers no son supersónicos.

—Pero a mí me gustan los Harriers.

—Yo con un drón estoy hecho —dijo Joaco.— Puedo recorrer todo lo que quiera sin moverme ni ponerme en riesgo.

—¿Sabés lo molesto que son los drones?— le dijo Dami.

—Mucho menos que un avión. Además, para pilotear necesitás visión perfecta, y má y pá usan anteojos. Lo que nos espera…

—Qué tienen de malo los anteojos. Te dan un toque de misterio e intelectualidad— aportó Cele ya reincorporándose.— No es tan grave ver un poco menos.

A lo que Dani se compadeció,— a mí los que me dan lástima son los daltónicos. ¡Se pierden de la totalidad de los colores!

—Yo creo que ese problema está para darnos un poco de perspectiva —argumentó Ricardo.— Si te ponés a pensar, nosotros tampoco vemos con la totalidad de los colores. Tenés el calor por ejemplo.

—Puede ser, puede ser.

Timbre.

—Voy a ver —dijo Dami.

—Seguro que es un testigo de Jehová —dijo Joaco.— O Mormón, o masón.

—Los masones no misionan gilún— le dijo Cele.

—Pero tienen carteles en todas las ciudades. ¿No viste los que dicen Rotary o Lions?

—Eso es porque les gusta creerse importantes. Tan boludos.

—Buen, alguna herejía entonces.

—No te confundas. Pare de sufrir o los evangelistas o esos que dijiste no son herejías. Son sectas.

Damián, volviendo, le dijo a Cele— para vos. Nacho.

—¡Qué! —se agarró la cabeza y la bajó, apoyándola sobre la mesa. Lo pensó un poco y después encaró decidida la puerta. Estuvo apoyada sobre el soporte de la misma por un par de minutos, casi sin moverse. Desde la mesa se notaba que asentía con la cabeza y no mucho más que eso. El diálogo que mantuvo con la persona que estaba del otro lado de la puerta nunca lo supimos pero finalmente vimos la silueta de él.

Dami— le dije que si ella lo perdonaba iba a tener que entrar y…

—Familia, acá Nacho quiere decirles unas palabras.

—Señor Gomez, señora. Chicos. Les quería pedir perdón por ser tan idiota. No voy a volver a equivocarme más. —Lo miró a Dami, como buscando su aprobación. Dami le hizo un gesto como “sí, está bien”, y se retiró. Cele le cerró la puerta. La cara de felicidad de la hija de Ricardo no tiene descripción. Fue rápido y abrazó a su madre.

—Viste que nunca hay que preocuparse de nada.

—Es fácil decirlo— dijo Joaco.

—No es difícil creerlo si sos un Jedi —intervino Dami.

—Jajajajajajaaja. ¿Vos sos un Jedi?

—No todavía. Pero espero serlo algún día.

—¿Vas a tener sable láser y la capa?

—Buen, obviamente no. Pero con eso me refiero a que estaría bueno ser un profeta.

—Bien dicho hijo. Pero eso lo determina Dios, no nosotros.

—Pero nosotros oímos el llamado, desde la cuna.

—Tenés razón Dami.

—No puedo creer que lo animes a creerse un Jedi.

—Uuuuh, acá me parece que tenemos un Lord Sith —dijo su padre— jajaja.

—¿Pero será Palpatin, o su aprendiz?

—Para ver eso hay que ver si le gusta el poder.

—Es muy bueno en el TEG, por lo general.

—Con ustedes, Darth Sidious.

—Uh, que par de idiotas. ¿Se pueden callar?

—No insultes a tu padre, Joaco —se oyó decir a la madre.

—Si quieren asemejarme a algún personaje ficticio elijan a the Big Levowski en todo caso.

—Uuu, buena peli. Clari, vos no la veas. Sos muy chica. ¡Me dieron ganas de tomar un white russian!

—A tu salud, Dudeness —brindó su esposa.

—¡Yo soy the Dude! —se quejó Joaco.

—Te falta una bata para ser Jeff Bridges —le dijo Dami

—Má, quiero un rombrellambre para mi cumple.

—“Robe de chambre”.

—Whatever.

—Yo quiero una oveja, —dijo Clari.

—¡¿Una oveja?! ¿Ricky? ¿Te parece? Va a comerse las plantas, y va a llenar de heces todo el jardín. ¿Qué opinás?

—Em, no sé…

—Dale pá, dale, ¿sí?

—Me parece una genial idea —dijo Cele. —Además la podemos ir esquilando.

—A mí me gustan las ovejas —aclaró Dami.

—Mientras me den mi rombrelllambre…

—Bueno, parece que es un sí.

—Sííí —vítores y gritos de felicidad de Clari.

—Y donde se dice oveja, se dice tortuga. —apostó Joaco.

—Las tortugas son ilegales —aclaró Cele.

—Dios menos revisa y más perdona. Si la conseguís, es parte de la familia.

—Estamos creciendo un poco rápido me parece.

—Yo estoy creciendo rápido. El mes pasado subí dos kilos —confesó Dami.

—Ojo con las tres cifras. Dicen que es un camino de ida —le advirtió el hermano.

—El Catán es un camino de ida.

—Sí, a mí también me gusta administrar recursos. Creo que voy a ser administrador como pá.

—A mí me gustan las bellotas.

—Qué querés decir con eso. No es una profesión.

—A mí me gustan.

—Estás fuera del tema Clari. Comentarios perdidos, abstenerse.

—Yo prefiero los hongos — saltó Cele.

—Eh.

—Ahora sos vos el que está fuera de tema— le objetó Joaco.

—Los hongos y el limón son la mejor invención —dijo Dani.

—La hora de las estupideces. Los frutos no son invención de nadie.

—¿A no? ¿De dónde salieron? —trató Ricky de hacer entrar en razón a Dami.

—¡De ningún lado! —como si estuviera clarísimo le contestó.— Siempre estuvieron.

—¿Y el primer limón? Tuvo que haber uno primero —le dijo el padre.

—Evolucionó, —sentenció, como si fuera obvio.

—A ver. El hombre es el ser más inteligente que habita sobre el planeta. Y no es capaz de crear un una planta, ni un animal de la nada. Con suerte te crea un coronavirus. ¿Vos decís que el azar es más inteligente que el hombre? Fijate que un fruto está bien pensado. Se desarrolla después de las raíces, el tallo y las ramas. Con un sistema de síntesis de la clorofila, gracias a la luz y al oxígeno. Y a los minerales de la tierra. Hay que tener en cuenta todo. Incluso la propagación de la especie a través de las semillas. Puedo seguir. Y eso que no te hablé de los animalitos que se alimentan de los géiseres subacuáticos.

—Creer o reventar —dijo Joaco.

—No entendés nada pá. Vos me podès demostrar lo que quieras. Pero la Fe es un don. Si Dios no me la da, da igual.

—Aha, puede ser. Sí, tenés razón. ¿Y vos le pedís ese don?

—No quiero molestarlo a Dios. Pedir no es lo mío.

—¡Pero vos me dijiste que le pedías ser rico! —opuso Joaco.

—Buen, para cosas útiles sí.

—A vos te tengo que contar el cuento de la arañita, de vuelta. Parece que no lo entendiste —le dijo el padre.

—Dios… Me lo se de memoria. Hasta se el nombre de quien te lo contó.

Toda la familia al unisono— Manolo Ferreirós.

—...que algún día llegará… si tu te vas…

—Si tu te vas, se me irá todo el valor… ¿Estamos en sintonía mi amor? No me digas que no...

—¡Yandel! —Ricky

—Todo un romántico pá —dijo Cele.— Pero yo prefiero Sia.

—Todas las canciones son iguales. Mirá lo que consumís —le criticó su hermano más grande.

—Se nota que no tenés ni idea.

—Sos vos el que no sabe nada —Joaco.

—De autos —remataron los hermanos.

—Buen, —propuso el padre— ¿quién está para una escoba, después de comer?

A lo que Clari respondió— ¡mejor un diccionario!

—No, porque nunca nadie vota mis definiciones. Que son geniales, de más está decir.

—Si nadie las vota no serán tan geniales… —desmintió Cele.

—No es porque sean malas. Es que hay dos niveles intelectuales. Si fueran más inteligentes como yo las votarían.

—Eso no tiene sentido —le dijo Dami.

—Si prefieren podemos jugar al pictionary… —propuso Dani.

—Yo, con su dispensa, me abro. Quiero producir un poco de música —pidió Dami.

—¡No! Es domingo, día del Señor y la familia.

—Pero siempre es un día festivo. Martes, día de los ángeles, miércoles, de San José, jueves de los sacerdotes, sábado, de la Virgen, domingo del Señor. Yo quiero que un día sea mi día.

—Jajaja. Te veo complicado. Para eso deberías convencer al Papa.

—Que idiota. Mirá si va a haber un día de la semana dedicado a vos —lo descalificó Cele.

—Por qué no. Yo me tengo fe. Cristo dijo que no hay nada imposible para el que cree.

—Una cosa es tenerse fe en uno mismo, y otra tener fe en Cristo —le dijo su hermano.

—Yo no sé, pero creo que van de la mano —quiso conciliar su padre. —Tener fe se trata de hacerse respetar. Eso y no leer el horóscopo.

—No creo que mucha gente lea el horóscopo. Pero te aseguro que hasta el Papa sabe de que signo es —cantó Dani.

Eso demuestra que estamos en el fin de los tiempos —le contestó.

Uh, vos y tus teorías conspirativas —dijo Cele.

Por otro lado Dami le dijo— a mí me interesan. Le da un toque de emoción a la vida. Es como que estemos en una película de Tom Cruise.

—Me encantan las de Tom Cruise —dijo Joaco. — Misión imposible y Jack Reacher las mejores.

—Está viejo Ethan Hawk.

—Hunt. Ethan Hunt. Hawk es un actor.

—Buen, como sea —insistió Cele.— Uno toma conciencia de que crece cuando ve a las celebridades envejecer.

—Donald Trump está viejo. 73 pirulos tiene —remato Dami.

—Pero a él no lo viste envejecer. Es distinto.

—Vos no lo viste envejecer. La semana pasada me clavé Mi pobre angelito 1 y 2. De más está decir, peliculones —desarrolló.— Cuestión, en la 2 aparece Donald en el lobby del Plaza. Crack Trump, mi presidente.

—Sos argentino, ¿cómo que tu presidente?

—Mi presidente es Donald, a quien admiro. Te guste o no te guste.

—Yo admiro a Moriarty —dijo Joaco.

—Andrew Scott, agregando un poco de cultura general a la mesa —le siguió Dami.

—Ese. Es un actorazo. Me alegro de que no se lo haya chapado a Sherlock. Estuvieron cerca. Casi se me cae un ídolo.

—Los actores están todos locos— siguieron hablando ellos.

—Vos estás loco —le dijo Clari

—¿Qué bardeás, audaz?

A lo que Joaco observó— con rima y todo, mirá.

—No te gusta el brócoli.

—Jaja. Eso es porque tengo las papilas gustativas sobredesarrolladas. En Animal Planet al extremo te lo explican.

—Prefiero A prueba de todo. —Y diciendo eso, Joaco le pidió la jarra de agua a Celeste.

—Bear Grylls es un titán. No hay duda de eso. El tipo de toma su propio meo. Y hace otras cosas también. Como un enema con agua podrida.

—Má, ¿qué es un enema?

—Es una operación de último recurso. No queremos dañar tu imaginación —le dijo el padre.

—Si igual quiere ser médica. Que se vaya acostumbrando —le dijo Dami.

—Yo no lo banco tanto a Bear —dijo Cele.— Pero sus “taste like chicken” me matan de la risa.

—¿Por qué no lo bancás, se puede saber?

—Hay fotos de el con su crew,

—Crew, soryyy —dijo Dami.

—Es que no me sale la palabra.

—¿Equipo?

—Eso, eso. Buen, fotos. Se los ve en medio del desierto comiéndose un asado. Eso es una falta de compromiso hacia la operación.

—Yo lo despreciaría no por eso, sino por haber sido tan boludo de filtrarlas. —le contestó Dami

—Buen, no se puede estar en todas —dijo Joaco.— Es como pretender que no te agarren copiándote en matemática. Mirala a Clari si no.

—¿De qué está hablando Clari? —casi se atraganta Ricardo.

—Idiota, ¿por qué tenés que abrir esa bocota?

—Ayer no me dejaste jugar a la play porque querías ver Frozen 2.

—A ver, a ver. Un momento —suspendió la madre.— Clari, ¿te copiaste?

—Joaco también se copia a veces.

—En matemática no. No necesito.

Dani trató de ocultar su desilusión y le dijo comprensivamente— Clari, ese no es el camino. Hijos, nunca mientan ni hagan trampa.

—Pero el arcángel Rafael miente en el libro de Tobías —le cuestionó Dami.

—Eso es distinto.

—¿Distinto cómo?

—Mirá, no vamos a hablar de eso ahora. Primero es un machete. Después un semáforo en rojo o contramano. Chocás, matás a alguien, y preso de por vida.

—Buen papá, creo que estás exagerando.

—¿Te parece? Te falta ver el diario. Esas cosas pasan todos los días. Y a personas normales, como vos y yo. 

—Bueno. No lo voy a hacer más pá. 

—Eso espero. Y Joaco, no seas botón, que eso es peor.

—Como usted diga mi capitán.

—Ey, ¿qué opinan de mi barba? —dijo Dami rompiendo el hielo.

—Digna de un puber —le contestó Cele.

—¿Eso era barba? Pensé que era lo que te quedó del Nesquik —bromeó Ricky.

—Bueno, bueno. Para qué les pregunto. ¡Suerte que son mi familia!

—Parece una barba de indígena, jajaja —siguió Dani.

—Ok, llegó el mensaje. Me voy a afeitar ya y por diez años seguidos más.

—¡Pero no hay por qué tomárselo a mal! Te tenía más seguro.

—Seguro sí, pero no ridículo.

—O sea que valorás nuestras opiniones. Bien —le dijo el padre.

—De estilo puede ser. Pero las películas que recomendás son malísimas. Trucks… ¡Los Marziano!

—Pero qué bellos recuerdos. Gran éxito de Franchella.

—Increíble. Una película donde hacen pozos y la gente se cae. Quiés habrá sido el escritor. No me sorprendería que haya sido Llach.

—Ey, no manches mi película, que es una perla.

—¿Y qué me decís de Trucks?

—Una obra de arte.

—¿Autitos de juguetes que matan a personas?

—Gran ficción.

—¿Y camiones que “amenazan” a los protagonistas, so pena de muerte, a que les carguen más nafta, para así los pueden matar? ¡Explicame el sentido de eso!

—Uno, las personas no son los protagonistas, son los camiones. Y si no tenés sensibilidad artística, no te puedo ayudar.

—¡Ya está! Me dejo el tegobi. No puedo respetar a alguien así.

—Hablando de temas más importantes, —dijo Joaco dando un giro a la conversación— ¿alguien vió mi parlante?

—¿Te parece importante eso? —discutió su hermano.— Lo único que escuchás es Enrique Iglesias y Taylor Swift.

—Es porque soy un romántico. Y no te olvides de Shakira. Los clásicos, por su puesto.

—Pero tenés que ampliar tu repertorio. Luminiers, Kings of Leon, UB40…

—¿Para qué quiero un pegamento, me querés decir?

—Mucho Sprayette me parece.

—Con la tele me educo. Con la tele y youtube, por supuesto.

A lo que Ricky sentenció— esta generación está perdida. Nicole lo demostró en calle Corrientes.

—Dios, vos estás perdido.

—Uh, no me digas que sabés de qué estaba hablando —le preguntó su marido.

—Viste el videito al lado mío cuando te lo mandaron tus amigos.

—Jajaja, perdido por perdido…

—De qué hablan má —preguntó Clari.

—No querés saber. 

-Ma tenes algun marco? Para mi foto con Agos...

-Algo puede que haya. Me voy a fijar.

-¡Hay! Yo ayer estuve agarrando unas cosas en el sotano. Hay varias cosas lindas.

A lo que Dani se dirigió a abajo con un "ya vengo".

-Che, me interesan estos bartulos. 

-A mí también. 

Subió Dani poco después con unas cosillas:

-Sale remate...

-Buena, yo a vos no te doy un peso. 

Lo que pasó después fue interesante, porque lo que tenía la madre eran tres chucherías, y como habrán notado, los hijos eran cuatro. Tres incluyendo el marco que quería Clari. Y lo más curioso, já, fue que Clari no se llevo nada. Ella, la iniciadora de la movida.

 

Finllantos



Luis María

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